Desde pequeña he visto la cocina como un lugar multifacético. A mi abuela y mi madre les debo que en este sitio de la casa encontrara, no sólo el alimento, también el despertar de la curiosidad, el goce de concebir una idea, de compartirla, de ofrecerla, de materializarla.
Según fue creciendo mi fascinación y el deseo por conquistar una sazón propia, encontré placeres idénticos en la lectura y la escritura. Si digo que desde entonces comencé a «cocinar» la idea de este blog, que conjuga todos, no estaría siendo sincera, porque cuando uno es adolescente, al menos cuando lo fui yo, los intereses son verdaderamente muchos y otros, aunque siempre queda la semilla.
En aquellos tiempos me metía en la cocina por impulso, por deseo propio y nada de obligación. No me lo hubieran permitido si no hubiera cumplido con la que si era mi obligación entonces: estudiar y estudiar. Pero hoy, cuando le dedico a la cocina algún rato diario, sigo haciéndolo impulsada por algún motor secreto que todo «cocinillas » conoce bien.
Me encanta improvisar, mezclar sabores, hacer variaciones; me hace feliz inmensamente el éxito de un plato, no me amilana el fracaso porque siempre tengo una segunda oportunidad. Con esto digo que no soy la cocinera infalible, pero si la cocinera que es feliz cocinando para otros.
Y ahora sí presento mi blog, un espacio que quiere hacerles llegar mis recetas preferidas, recetas con mucho amor y a mi manera, que no pretenden en ningún momento ser aquellas que tienen la última palabra: ésta es de otros más consagrados en la materia.
Con esta pequeña extensión de mi cocina quiero ofrecer una ventana por donde salga el olor de mi sazón, pero a donde llegue la de otros. Y como la curiosidad sigue siéndome intrínseca también quiero compartir lo mucho que podemos encontrar tras una receta: las historias paralelas de los alimentos y sus ingredientes.
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